La noche del 31 de mayo de 2025 quedará marcada en la historia del fútbol europeo. En un Allianz Arena vibrante, el Paris Saint-Germain, bajo la dirección de Luis Enrique, logró finalmente levantar su primera UEFA Champions League, tras imponerse al Inter de Milán en una emocionante final cargada de momentos conmovedores dentro y fuera del campo.
Desde el primer minuto, el ambiente fue especial. El Inter llegaba tras una imponente actuación ante el Barcelona en semifinales, mientras que el PSG sellaba su paso a la final superando con autoridad al Arsenal. La contienda fue más que un choque de estilos futbolísticos: fue también un escenario donde se entrelazaron historias de vida, fe y superación.
Uno de los momentos más impactantes de la noche llegó después del pitazo final, cuando Désiré Doué y Senny Mayulu, dos jóvenes promesas del PSG, dejaron una profunda impresión por su valiente testimonio de fe. Mientras París y Múnich estallaban en júbilo, Doué se arrodilló en el césped, con lágrimas en los ojos, agradeciendo a Dios. “Quiero agradecer a mi Señor Jesús”, declaró en sus primeras palabras ante los medios, gesto que rápidamente se viralizó por su sinceridad y convicción.
Senny Mayulu también aprovechó este momento de gloria para honrar a Dios públicamente. A través de sus redes sociales compartió imágenes de la celebración acompañadas de versículos bíblicos, reconociendo que su éxito no es solo fruto de su talento, sino del favor divino que lo ha sostenido en cada paso de su corta pero ascendente carrera.
Ambos jugadores se convirtieron en símbolo de inspiración no solo para sus compañeros, sino también para miles de aficionados que vieron en sus acciones una poderosa señal de fe, humildad y propósito eterno, aun en medio del glamour del deporte de élite.
La victoria del PSG también estuvo llena de simbolismo personal. Su entrenador, Luis Enrique, dedicó el triunfo a la memoria de su hija Xana, fallecida en 2019, cumpliendo así una promesa de homenaje si llegaba a levantar el trofeo.
La final de la Champions 2025 no solo será recordada por el histórico título parisino, sino por el ejemplo de integridad y fe de dos jóvenes que, en medio de la cima deportiva, decidieron dar la gloria a Dios, demostrando que el Evangelio sigue siendo relevante incluso en los escenarios más luminosos del mundo.